blog de la asociación urbanismo ciudadano de cuenca

martes, 27 de noviembre de 2007

RECETAS URBANAS PARA UNA CIUDAD HABITABLE

ENTREVISTA CON EL ARQUITECTO SANTIAGO CIRUGEDA
Jueves 18 de octubre de 2007.
Cambiemos el entorno urbano desde una perspectiva creativa que tenga en cuenta las necesidades sociales: ésa es la propuesta del arquitecto Santiago Cirugeda. Sus armas: el reciclaje y la reutilización de materiales, la ocupación de espacios abandonados y mucha imaginación.

El sevillano Santiago Cirugeda es un arquitecto atípico: mitad activista, mitad profesional, desarrolla proyectos originales que tratan de resolver las carencias urbanísticas con el menor coste posible. Cirugeda consigue crear espacios para usos sociales aprovechando los deshechos urbanos, con una arquitectura ligera, barata y flexible. Se trata, en última instancia, de cuestionar un modelo de urbanismo y una arquitectura que no tienen en cuenta las necesidades de los ciudadanos. Frente a ésto, Cirugeda propone un modelo de ciudad autogestionada en la que sus habitantes puedan tomar decisiones sobre su entorno. DIAGONAL: ¿Cómo y qué impactos crees haber logrado en el desarrollo urbano?
SANTIAGO CIRUGEDA: Por un lado, hemos conseguido, desde Recetas Urbanas, que ciertas administraciones sean sensibles e incluso propongan ocupaciones temporales en solares de propiedad pública mientras están sin edificar. También hemos visto que en algunas políticas culturales y urbanísticas se empieza asumir la arquitectura reversible, temporal y de bajo impacto. Estamos interviniendo en edificios vacíos y en desuso, y proponiendo viviendas en suelo equipamental.
También veo como algo positivo los cientos de mails que he recibido contándome visiones críticas particulares, consejos o dudas urbanísticas y legales, que me hacen pensar que la gente podría intervenir y producir ciertos cambios en la gestión de lo que nos rodea; de hecho, creo que lo hacen. Hay veces que mi colaboración con estos ciudadanos pasa por solucionar problemas concretos, incluso asumiendo la ilegalidad, una situación que no me inquieta.
D.: ¿Cómo ves los esfuerzos de los movimientos sociales por transformar la urbe?
S.C.: El trabajo de los movimientos sociales es fundamental, por la labor que desempeñan en temas de formación, gestión social, re-información, etc., y que de maneras muy diferentes quieren transmitir una visión crítica y proponer una ciudad más justa y razonable.
D.: ¿Qué papel crees que debería tener el arquitecto y, por ende, la arquitectura?
S.C.: Para mí, un arquitecto debería buscar situaciones de gestión novedosas e independientes, no presentarse exclusivamente a concursos y creer que ésa es la única vía de hacer arquitectura.
Hay que ser consciente de que las necesidades y patologías de la ciudad las definen otros, los que plantean los concursos, a los que casi todos los arquitectos responden con sus edificios más bonitos y emblemáticos. Yo prefiero ponerme en la posición de los que analizan el hecho urbano para proponer. La arquitectura será mejor cuando se involucre mucho más en los problemas sociales y no sea mero decorador de las ciudades que finalmente hacen políticos y promotores.
D.: ¿Qué peso tiene el conocimiento de las normativas y del recurso jurídico en esta posible transformación?
S.C.: Creo que evaluar los sistemas normativos existentes y que regulan nuestra convivencia social es una labor necesaria, tanto como arquitecto como ciudadano. En mi caso, he tenido que llegar al límite de la legalidad para plantear situaciones que mejoren la participación ciudadana en el proceso urbano.
La sociedad debe conocer estos soportes, y dentro de la profesión también hay que redefinir las pautas a través de estos vacíos legales o propuestas de ordenación. En Europa tenemos grandes soportes legales. Su incumplimiento produce mucho temor a las administraciones públicas, pero hay que replantearse su buen funcionamiento en relación a la sociedad que representa. Curiosamente, la administración incumple muchos de los soportes legales que han redactado.
D.: Planteas la arquitectura sin arraigo y la autoconstrucción como una forma de autogestión. ¿Cómo sería este modelo de ciudad?
S.C.: Una ciudad que genere mecanismos de participación y autogestión, que produzcan un uso y una actividad alternativa a los modelos establecidos, tanto en el modelo económico como en el cultural.
Ciertas situaciones sociales se alimentan o se facilitan a través de estrategias urbanas o construcciones arquitectónicas. La arquitectura, a parte de poder producir el destrozo territorial y paisajístico de una ciudad, también tiene capacidad técnica y de gestión para producir situaciones reversibles, de reuso, de tiempo limitado, capaces de dar vida con pocos recursos a situaciones de abandono o degradación.
Por ejemplo, soluciones técnicas como las que estamos produciendo para la construcción de viviendas ilegales facilitan que gente inexperta pueda construirse una vivienda digna. Me gusta llamar a los ejemplos que ya hemos realizado ‘jurisprudencias construidas’, ya que sirven para que políticos y técnicos reconozcan que nuestra capacidad como ciudadanos va más allá del conformismo y la pasividad. Que somos los que podemos generar una opción diferente a la vida urbana de una ciudad que está marcada por la economía y por una cultura que normalmente la acompaña dócilmente.
EL AUGE DE LA ARQUITECTURA ESPECTÁCULO D.: Cada vez es más frecuente que los grandes desarrollos urbanísticos vengan acompañados de proyectos y despliegues culturales: el Macba y la reforma del barrio gótico en Barcelona, el eje Museo del Prado-Reina Sofia- Matadero en Madrid, el Guggenheim en Bilbao, etc. ¿Cómo intervenir en estos procesos? La arquitectura que planteas, ¿puede acabar siendo integrada como producto cultural?
S.C.: Plantear que la cultura no genere economía es interesante, pero bastante alejado de la realidad. El problema viene cuando el desarrollo de cierto tipo de cultura agota los presupuestos públicos y no escucha ni apoya otro tipo de manifestaciones fuera del oficialismo político.
Muchos de esos proyectos son simples intentos de mostrar a la ciudadanía que a través de una arquitectura espectacular se mejora una ciudad, cuando los problemas de la misma son más complejos y requieren una intervención a nivel global. En la actualidad, podemos verificar que en el hipercapitalismo en el que vivimos hay multitud de ejemplos frívolos y estúpidos de una arquitectura que es la imagen perfecta de esta época. Yo planteo y hago diferentes opciones arquitectónicas, unas al margen de la legalidad o de las instituciones, y otras pactando con ellas. El trato con las instituciones hace que ellas se validen por mi trabajo, pero yo a cambio pretendo que esa institución sea más abierta y tenga más capacidad de intercambio social.

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